Nuestra ex alumna Barbara Pereira de CFGS Dirección de Cocina ha conseguido un Solete Repsol
Barbara Pereira, la pastelera asturiana que ha recuperado un obrador de los años 50 y ha conseguido un Solete Repsol
La Gloria es el sueño cumplido de una niña que no quiso marcharse de la Cuenca Minera, que ahora huele a mantequilla desde este obrador recuperado de los años 50.
En Turón, un valle de la Cuenca Minera asturiana acostumbrado al gris del carbón y a la nostalgia de las viejas lampas, late hoy un obrador que huele a mantequilla fresca, masa hojaldrada y sueños cumplidos.
Se llama La Gloria, como se llamó siempre desde que abrió en los años 50, pero ahora tiene un brillo distinto. Cada mañana abre bajo la mirada precisa, perfeccionista y profundamente emocionada de Bárbara Pereira (1994), la joven pastelera que acaba de colocar a su pueblo en el mapa dulce de España con un Solete Repsol.
La historia de Bárbara podría encajar en un cuento si no fuera por la disciplina que destila cada una de sus elaboraciones. Desde niña observaba la antigua pastelería del pueblo como quien contempla un lugar sagrado. Sabía, de algún modo, que ese obrador estaba ligado a su destino.
Comenzó a cocinar con sus abuelas, se formó en la Escuela de Hostelería de Aller y terminó afinando técnica y sensibilidad junto a Julio Blanco en Pomme Sucre (Gijón), una de las mecas de la pastelería en el norte de España.
Cuando los dueños de La Gloria anunciaron su jubilación, el pueblo entero supo que aquella oportunidad tenía nombre y apellidos. En 2024, con su marido Adrián Álvarez como aliado imprescindible, la joven pastelera tomó las riendas del negocio. “No quería irme de Turón. Solo tenía que esperar el momento para poder volver y crear algo grande desde aquí”, recuerda.
Entrar hoy en La Gloria es sentir que en Turón ha aterrizado una pâtisserie parisina. El minimalismo de la vitrina se debe a la producción limitada que Bárbara defiende, pensada para asegurar la perfección de cada pieza. Lo que se agota, se agota. Y el público ha aprendido a llegar temprano.
Su carta es un encuentro poético entre tradición asturiana, técnica francesa y personalidad propia. El hojaldre, que ella define como su “lenguaje materno”, es el protagonista absoluto: croissants de mantequilla, palmeras de chocolate Valrhona, tartas de turrón, semifríos de temporada, o un Kouign-Amann que se ha convertido en la pieza más codiciada del local, y que rara vez sobrevive a media mañana.
El repertorio continúa con elaboraciones que Turón nunca había probado: tartaletas con namelaka de vainilla y chocolate blanco, streusel de avellana, petit choux de cacahuete…
Un soplo de modernidad que, sin embargo, siempre parte del respeto al producto y del trabajo silencioso de un obrador pequeño que aspira a hacer las cosas bien, no a hacerlas todas. “Si algo no está perfecto, no sale”, repite como un mantra. Su Solete es la mejor prueba de que ese rigor tiene recompensa.
La Tarta Turonesa, el secreto mejor guardado
La Gloria también es memoria. Su fundador, Florentino Luengo, dejó como herencia una receta que hoy es casi patrimonio emocional del valle: la Tarta Turonesa, un dulce para llambiones con bizcocho, nata, avellana y yema. Es una receta rodeada de leyenda. Y ahora, solo Bárbara conoce el secreto.
Ella no solo la ha respetado, sino que la ha devuelto al lugar que merece. La Turonesa es hoy un símbolo del pueblo, un puente entre generaciones y una forma de contar la historia de Turón a los clientes que llegan desde Gijón, Oviedo o León atraídos por el boca a boca.
Esta receta es otro ejemplo de cómo la excelencia también puede florecer en un valle minero; la sofisticación no está reñida con lo artesano; y una mujer joven, desde un pueblo pequeño, puede convertirse en referente.
Bárbara y Adrián no descartan abrir nuevas tiendas en un futuro. Pero tienen claro que el corazón del proyecto seguirá latiendo en la calle principal de Turón, donde todo comenzó. “Soñé con que algún día sería mi negocio, resume ella.
Y hoy, gracias a su talento y a ese Solete Repsol que ilumina un territorio que durante décadas vivió bajo la sombra de la minería, Turón tiene un nuevo motivo para sentirse orgulloso: aquí también se hace alta pastelería. Y se hace con emoción, con oficio y con gloria.
¡Enhorabuena, Bárbara! 👏👏👏👏👏

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